2020 ha sido un recorrido demente en una montaña rusa, un poco más turbulento para la industria del entretenimiento y las artes. En mi caso, contar con dos carreras me ha ayudado a navegar la pandemia. Me gradué hace poco como maestro en artes escénicas y como comunicador social en mi ciudad natal, Bogotá (Colombia). Me tomó siete años sacar adelante los dos diplomas y hasta el sol de hoy sé, de todo corazón, que es la mejor decisión que he tomado.
Probablemente tenía 16 años cuando me di cuenta de que quería dedicarme a las artes. Hice mi primer musical de colegio y a partir de ahí emprendí este viaje de ser artista.
Desde el momento en el que le dije a mi papá que quería ser actor, tuve su apoyo incondicional y siempre me dijo que tuviera un plan b. Una parte de mí odiaba cuando decía eso y una parte de él sabía que todo podría ir mal. ¿Pronosticó que en algún momento las artes iban a estar completamente frenadas?
Hoy, sin duda alguna, estoy agradecido de haber seguido su consejo y estudiar dos carreras.
Empecé el Programa de Comunicación Social teniendo claro que quería concentrarme en la producción audiovisual y al año siguiente empecé el Programa de Artes Escénicas. El teatro musical es lo que amo y a lo que me quiero dedicar, aunque la comunicación es lo que hoy ocupa mi tiempo: me reta a aprender algo nuevo cada día y llena mis bolsillos.
Durante mis clases universitarias siempre intenté mezclar lo que me gustaba de la comunicación con las artes. Hacer esto abrió mi espectro de pensamiento y me hizo ver otras características del quehacer artístico. Ambas profesiones tienen el mismo objetivo: contar historias. Cada una lo hace a su manera; por medio del periodismo o los documentales, la danza o la actuación, el punto final es el mismo. Mezclarlas era relativamente fácil para mí y aprendí que no puede vivir una sin la otra.
Mi cerebro empezó a ver que además del trabajo actoral y dancístico debía tener en cuenta el diseño de una campaña de comunicación del proyecto en el que estuviera trabajando. Empecé a notar cómo los musicales que estaban en Broadway lo hacían. El ejemplo más claro de esto es Ashlee Latimer, ganadora de un Premio Tony por Once On This Island, cuando manejó la cuenta de Twitter de The Lightning Thief: The Percy Jackson Musical. Junto al equipo de esta obra, Ashlee logró crear una comunidad de gente joven que se acercó por primera vez al teatro musical y volvió a leer los libros escritos por Rick Riordan. Gracias a su trabajo en las redes sociales le seguí la pista a The Lightning Thief y algunos actores como Chris McCarrell, Sam Leicht, y Kristin Stokes se convirtieron en mis nuevos ídolos; hasta logré que mis tíos fueran a ver el musical cuando estaban de visita en la Gran Manzana. Lo mismo ocurrió con Jagged Little Pill. A través de las redes conocí el musical y desde Colombia empecé a seguirle el rastro antes de su noche de estreno, en diciembre de 2019.
El enriquecimiento ocurría también viceversa: de las artes a la comunicación. Mientras que mis compañeros comunicadores se ocupaban de la producción, yo me encargaba de la creación de personajes con una herramienta que ellos no tenían: sé cómo piensa un actor. De esta manera, los actores, el equipo y yo, podíamos crear de una manera más completa, holística y exitosa.
Estar a larga distancia de un mercado que me apasiona me ha hecho entender el poder de la relación intrínseca entre la comunicación y las artes. Como artistas tenemos que usar herramientas comunicativas para crear nuestras hojas de vida y nuestras declaraciones de artista. Como comunicadores no podemos perder de vista la esencia artística de nuestro trabajo.
Eso hacen los equipos de comunicaciones detrás de las cuentas de estos musicales: tienen el balance perfecto entre arte y comunicación. Nos van contando poco a poco de qué trata el musical, nos llenan de expectativa y, finalmente, logran que alguien tome un vuelo sorpresa para ir a verlo. Ese fue mi caso. En enero de este año tomé un vuelo desde Bogotá solo para vivir la experiencia de ver “Jagged Little Pill” en vivo y en directo desde el Teatro Broadhurst, en el corazón del distrito teatral de Nueva York.
Al volver a Colombia, entré a trabajar en el equipo de comunicaciones de una plataforma de streaming local. Quería aplicar la misma estrategia que se estaba usando en las redes sociales de estos shows: crear una comunidad fuerte que se sintiera identificada con los contenidos. Ahora que no estoy trabajando en esa plataforma de streaming y que estoy haciendo comunicaciones para un sector completamente alejado de las artes, enfoco mis conocimientos en mi propio perfil como actor: cómo hacer el marketing de una marca personal.
Han sido largas horas de revisar cómo me quiero vender al mundo, cómo quiero crear mi marca y cómo comunicar mi perfil de manera más profesional en LinkedIn y en otras plataformas, sin perder eso que me hace único. Es una tarea que está cambiando constantemente porque así son mis intereses artísticos.
Al final, lo único que sé es que no importa la mezcla de conocimientos que tenga, porque todo aporta y todo enriquece mi perfil artístico. Con esto entendí lo importante que es no poner todos los huevos en una sola canasta, porque no sé cuándo se rompa esa canasta.
Tener un plan de respaldo siempre será una buena idea, no sólo porque puede mantenerte a flote económicamente, sino porque puedes encontrar la forma de armar puentes y enriquecer ambas profesiones.
Mi papá hoy me agradece haber seguido su consejo. Créanme, sigan los consejos de sus padres, ellos saben más que nosotros.
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